Todavía no habían llegado los camiones con los generadores eléctricos y en la zona de "talleres” del campamento la noche es más noche. La linterna, que aquí se llevaba atada en la frente, como los mineros, iba revelando por fragmentos la actividad de ios equipos en la penumbra. De pronto,. el haz de luz descubrió a dos hombres que con una riera recortaban pequeños círculos en un pedazo de cubierta vieja. “Son bujes, por si el camión con los repuestos llega tarde” comentó uno de ellos. No hay duda: eran argentinos en el Dakar.
Pero para los argentinos que manejaban, navegaban y atendían tres 4x4 que recorrían los caminos del rally, el ingenio criollo era un recurso más. Para llegar a El Cairo el domingo 23 de enero del año 2000, que era lo que todos querían, también hacía falta trabajo y mucha paciencia. Y, aunque sea de vez en cuando, los mates que cebaba Domingo Koiman, mecánico de los autos de Luis Pérez Companc y Juan Pablo Raies. “Traje dos kilos de yerba y la voy a hacer durar hasta Egipto" prometió. Y Jorge Murano, un argentino que vivía en Bergamo, Italia, y era el dueño del equipo, se reía al recordar la cara de asombro de un grupo de italianos al verlos chupar la bombilla: “Le convidamos a uno, pero se quejó de lo amargo que era”.
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